domingo, 16 de abril de 2023

El comunismo, ¿un mundo utópico?

Vivimos en un siglo XXI donde impera el poder, el Estado, el dinero, la injusticia, la fama y la desigualdad. Vivimos una fase en la cual existen pocos con mucho y muchos con poco, y en la cual el dinero controla y manipula todo lo que existe y lo convierte en mercancías para comprar y vender, la famosa "mercadotecnia". En este sentido, el capitalismo ha sido resultado de un supuesto "progreso" por parte de la burguesía a lo largo de la historia que ha impedido la tan ansiada sublevación del proletariado, la cual Marx menciona en la obra El manifiesto del partido comunista, junto con Federico Engels. Las clases dominantes se han tomado el poder, impidiendo así una revolución comunista, ya que los intentos de esta siempre han fracasado. El poder siempre tiene cómplices que lo apoyan e impiden esta revolución.
Pero, ¿qué es el comunismo? ¿Por qué tanto miedo? Y, sobre todo, ¿porqué no se ha dado? Para responder a estas preguntas fundamentales, es necesario primariamente analizar qué es la historia, ya que esta es una disciplina que ayuda a responder la pregunta anterior. Primero, la historia es una ciencia social que, según el escritor español Enrique Moradiellos, en su obra El oficio del historiador, señala que "dentro de nuestro ámbito cultural, la Historia, en su calidad de disciplina académica sólidamente establecida, forma parte de la llamada "República de las Ciencias"" p.13. Es decir, en esta cita Moradiellos recalca la historia como una disciplina científica. Además, Marc Bloch, en su obra Apología de la historia, señala que la historia no es un simple pasatiempo, ya que hay esfuerzos por narrarla verídicamente. Aquí, ya se tiene una idea fundamental acerca de la historia, y es que esta es una ciencia, ya que hay esfuerzos por narrarla verídicamente. Siguiendo esta idea, para Marc Bloch, la historia tiene dos pares de lentes: uno que se enfoca en el pasado y otro que se enfoca en el presente. Este aspecto es muy importante comprenderlo, ya que la historia, al ser una disciplina científica que se encarga de investigar, interpretar y narrar los hechos, estudia el tiempo presente, ya que, para el autor británico Edward Hallett Carr en su obra Qué es la historia, "la historia consiste en un cuerpo de hechos verificados. Los hechos los encuentra el historiador en los documentos, en las inscripciones, etc, lo mismo que los pescados sobre una pescadería" p. 12. Y siguiendo, "El historiador los reúne, se los lleva a casa, donde los guisa y los sirve como a él más le apetece" p. 12. Es decir, el historiador no debe caer en el error de acumular datos, sino que los debe saber interpretar, siendo este un proceso cognitivo y consciente para construir la historia y poder comprender los fenómenos actuales, ya que estos tienen, como lo indica también Bloch, unas causas que deben ser analizadas y comprendidas.   
Teniendo muy en cuenta lo anterior, el comunismo es un proceso histórico construido de manera colectiva, haciéndole frente a las opresiones, desigualdades e injusticias, teniendo como principio el bien común. En la obra antes mencionada titulada El manifiesto del partido comunista, cita que "Pero es necesario recordar que la palabra comunismo hace referencia a lo común, y en efecto, este partido político está caracterizado por la abolición de la propiedad privada colectivizando los medios de producción para instaurar una sociedad sin distingo de clases" p. 7. Es decir, el comunismo es un sistema crítico y colectivo, el cual se basa en el bien común y le hace frente a aquellos sistemas que se basan en la riqueza individual y la opresión. En el comunismo no hay individuos, sino personas que crean relaciones amorosas, comunes y conscientes entre ellas mismas y los diversos territorios, interpretándolos como un conjunto de factores bióticos y abióticos a los que cuidan, respetan e integran este determinado territorio. En el territorio, entendido como una superficie, terrestre o marítima, conviven y se relacionan seres vivos con el espacio que habitan. Es decir, el territorio es el espacio geográfico en el que habitan seres vivos, estableciendo relaciones de amor, apoyo y solidaridad, sin cumplir roles, sino funciones. Otro aspecto fundamental del comunismo es que no existe el concepto de antropocentrismo, es decir, corriente filosófica que sitúa al ser humano como el centro, poniendo en  segundo plano las demás formas de vida. 
Sin embargo, el comunismo siempre se ha sido abolido por las clases dominantes y el Estado, caracterizados por la concentración del poder, propiedad privada, opresión e impedimento a las revoluciones sociales. En este sentido, el capitalismo se caracteriza por la concentración de la riqueza y del poder en manos de las clases dominantes burguesas, las cuales explotan de manera constante a los trabajadores, valorándolos como fuerza de trabajo, más no en calidad de seres humanos. De esta manera, para Marx, el sistema capitalista se basa en la explotación de clases. Y es que el fin último del capitalismo no es el bien común, sino la concentración de una riqueza material finita en manos de la burguesía. Sin embargo, esta riqueza material la producen los proletarios, quiénes trabajan en condiciones infrahumanas, siendo invisibilizados por los burgueses.
El capitalismo no se basa en el bien común, sino en unas aparentes libertades individuales, las cuales son egocéntricas y se basan en la acumulación de capital. Por esto, en este sistema existen clases sociales, unas viviendo en el centro, que es donde se acumula la riqueza y el poder, y otras (las más pobres) ubicadas en las periferias, viviendo en condiciones infrahumanas, siendo marginadas y rechazadas. Sin embargo, estas capas sociales son fundamentales para el capitalismo, ya que son las que trabajan y manipulan los los medios de producción para poder distribuir las riquezas de forma inequitativa.
Por otra parte, el trabajo en el capitalismo es fundamental, ya que genera riqueza para mantener la concentración del poder. Y es que el objetivo de este sistema es maximizar el beneficio, por lo que hay aumento de trabajo forzado por parte de los proletarios. Para esto, los capitalistas aumentan las jornadas laborales. Hoy en día, existen derechos de los trabajadores. Sin embargo, de alguna manera siguen siendo explotados, ya que el salario mínimo que ganan apenas alcanza para su subsistencia y la de sus familias. Esto sin mencionar que sigue existiendo trabajo informal, en el cual el trabajador o la trabajadora no gana un salario fijo y sus puestos de trabajo se ubican en las calles, resistiendo a las diversas condiciones climáticas y al riesgo de que los policías, una fuerza históricamente represiva, les quiten su puesto.
Teniendo lo anterior en cuenta, veamos porqué el comunismo es una utopía o una ilusión, ya que hoy en día este sistema no existe en su máxima expresión, siendo abolido por diferentes sectores que concentran el poder, temiendo una revolución proletaria. Como he citado antes, el comunismo es un sistema que hace referencia a lo común, siendo inexistentes la concentración del poder, las clases sociales y la mercantilización de las personas, así como de los diversos territorios y formas de vida que los habitan. Dicho esto, mi mentor de la Universidad Alternativa, Miguel E. Cárdenas Rivera, en su texto El Estado (burgués) y el mito de la violencia legitima, argumenta que "la crisis del capitalismo global y los intentos de acudir al Estado revelan que este no es una institución pública, por el contrario, es un ente garante del interés privado que la burguesía estima necesario para resolver los problemas del gran capital" p. 20. Y agrega: "En las manifestaciones callejeras en las que concurren miles y miles de indignados se reclama al Estado que intervenga con medidas preventivas, que investigue, que legisle, que sancione, etcétera, como si se pudiera esperar que el Estado haga algo eficaz en tal o cual sentido" p. 20. Es decir, el Estado, al ser una institución privada que concentra el poder y el capital, no es una institución pública que representa a un pueblo. Por el contrario, es una entidad que no es capaz de resolver los problemas que aquejan y afectan a la población de un territorio, sino que antes los agravan, y además, impide la vida en comunidad. Este Estado es puramente capitalista, ya que prima el interés privado, concentrando así el poder, el dinero y aumentando la violencia. Y es que un gobierno, sea de izquierda o de derecha, a través de discursos y oratorias populistas, cada 4 años convencen a la población que hay que votar por ellos, ya que será la solución a los problemas que los aquejan. Y es que, según el artículo Colombia izquierda y derecha unidas, "la Presidencia de la República se instituye como una monarquía democrática (un rey electo cada cuatro años) que goza de un poder político, administrativo, militar, policial y disciplinario que le permite cooptar tanto a la rama legislativa como la judicial, pues su funcionamiento depende del Ejecutivo, sin más". Esta idea establece que no hemos superado la monarquía, ya que, a través de unas supuestas elecciones "democráticas", nos hacen creer que estamos eligiendo y que estamos representados por un presidente que nos va a resolver los diferentes problemas que nos aquejan. Y agrega: "Cada gobierno es peor que el anterior como ley de la inercia". En este sentido, un gobierno no puede representar a el pueblo, ya que maneja a su antojo el dinero que supuestamente estaba destinado para satisfacer las necesidades del pueblo. Sin embargo, este dinero siempre se desvía hacia las clases políticas dominantes, quedando en el olvido las iniciales propuestas populistas que hacían muchas promesas. Así, este es el comportamiento de cada gobierno capitalista, el cual siempre busca el interés privado.       
Todos estos aspectos son medidas anticomunistas, las cuales impiden tener una vida digna, tranquila y sin preocupaciones. De esta manera, el anticomunismo se ha apoderado, gracias a sus redes de poder, acumulación y engaño. El capitalismo nos impide interpretar la realidad de una manera crítica, analítica y reflexiva, gracias a su ley de consumo. Y es que el capitalismo siempre nos invita a consumir, de una manera excesiva y desaforada, con el fin de no cuestionarlo, analizarlo ni hacerle frente. Sin embargo, no observamos que detrás del consumo capitalista hay unos trabajadores que hacen posible este consumo. Y que estos trabajadores tienen unas historias de vida y unas familias que son invisibilizadas y guardadas en el cajón del olvido.  
Y, ¿existen soluciones ante los problemas que genera el sistema capitalista? ¿Cómo hacer frente a este sistema? ¿Es posible el comunismo en el siglo XXI? Estas cuestiones son fundamentales, ya que el comunismo no solo es un sistema, sino un estilo de vida que no ve la realidad externa como una oportunidad de explotación, sino una de aprendizaje, en la cual todas y todos somos iguales. Esta es la primera cuestión. Y es que el capitalismo todo lo interpreta como una ganancia, así que todo lo explora y lo explota para obtener beneficios individuales. Seres humanos, animales y plantas. Estas formas de vida son oportunidad de extraer beneficios para unos pocos. Un ejemplo de esto fue la trata de esclavos afrodescendientes por parte de los europeos durante el siglo XIV traídos a América para desempeñar trabajos forzosos. Esto es un capitalismo racial que mira con los ojos de la mercancía y la explotación. Cabe señalar que, según Margarita Peña y Mortimer Marañón en su libro Colombia su historia y geografía resumidas, "El pueblo colombiano ha resultado de tres grupos raciales fundamentales: el indio, establecido con anterioridad a los otros, base fundamental de la población; el blanco, representado por el conquistador español, portador de los principales elementos culturales; y el negro, traído de África como esclavo" p. 131. Es decir, somos el resultado de la mezcla entre estos tres grandes grupos humanos. Sin embargo, no hemos superado aún el racismo colonial heredado de los españoles. Este racismo perdura e impide la participación plena y efectiva de esta comunidad dentro de diferentes ámbitos culturales. Y es que esta es una solución ante la represión capitalista. Comprender que todos somos uno, que no existen diferencias entre el burgués y el proletario, ya que los dos comparten características comunes, a pesar de su continua explotación, y que todas y todos merecemos respeto, no por lo que hacemos, sino por lo que somos. Al fin y al cabo, esto es el comunismo. 
Ahora veamos cómo es la relación de ambos sistemas con el territorio. El territorio comprendido como un espacio geográfico, sea terrestre, aéreo o marítimo, donde se desarrolla la vida y convivencia entre diferentes seres que lo habitan. En este sentido, el capitalismo, al ser un sistema basado en la ganancia y la acumulación, interpreta cada territorio como una forma de explotación, ya que su objetivo es la acumulación de capital. El capitalismo sobrepasa el territorio y las comunidades para avanzar en el "progreso" de la población. Sin embargo, este progreso es para las élites, las cuales acumulan el capital y concentran la riqueza en manos de unos pocos. En este sentido, la revista Cambios y Permanencias en su texto Camilo Torres y Orlando Fals: antiélite, utopía y pluralismo, Miguel E. Cárdenas cita lo siguiente: "el cuño de las interpretaciones adelantada por Torres Camilo y Fals Borda va moldeando un inconformismo de base científica que "los convirtió en verdaderas antiélites, que propugnaron por el cambio de las estructuras del poder y la construcción de un pensamiento científico acorde con las realidades inmediatas, cercanas y propias del contexto violentocíclico colombiano" (Herrera Farfán y López Guzmán, 2013, p. 8)" p. 47. Como vemos, las élites dominantes acrecentan la violencia en el país al ser incapaces de resolver los problemas que afectan el territorio, contando con el apoyo de empresas privadas que tampoco son capaces transitar por el camino de la paz.  
Además, otros grupos que impiden el comunismo son las fuerzas armadas y su constante represión hacia la población. La policía y el ejército, entendidas como dos fuerzas que mantienen un supuesto (des)orden, no aportan en absoluto hacia una búsqueda de la tan anhelada paz que los gobiernos, con discursos populistas, tanto han pregonado pero que pocos resultados han obtenido. Estas fuerzas, las cuales cada gobierno pide respeto, ya que son autoridades, abusan del poder y son represivas, siendo aliadas para la contención del comunismo. Para citar algunos ejemplos, se puede nombrar la revolución de los artesanos en Bogotá, Colombia en 1854. Este hecho histórico lo relata Diego Alejandro Monroy García, en su obra Pan, trabajo o muerte: Los Artesanos de la Sociedad Democrática de Bogotá, donde relata sobre los Artesanos de aquella época: "La naturaleza de su entorno material (talleres, herramientas y productos que elaboraban) les generaba cierta experiencia en sus oficios y de empatías con sus compañeros" p.9. Aquí, podemos observar el materialismo de los Artesanos en sus respectivos oficios, como zapatero, sastre, ebanista y herrero en los talleres de trabajo, así como la relación burgués-Artesano, ya que "estas personas privilegiadas si querían acelerar el proceso del trabajo tomaban un garrote y le descargaban un golpe en la espalda al Artesano" p.9. Esta relación burgués-trabajador siempre ha sido de superioridad y maltrato, ya que para llegar al desarrollo capitalista, siempre existe la explotación. Sin embargo, estos Artesanos tenían identidades culturales que el burgués no pudo eliminar. Como ejemplo de esta tesis, "El autor nos deja entrever las relaciones que se podían tejer entre Artesanos, indígenas y otros sectores de la sociedad en torno a las festividades religiosas" p.13. Otro ejemplo fue el intento revolucionario fallido de los artesanos en 1893, gracias a la represión policial sufrida entre la población. En su obra El motín artesanal de enero de 1893, según Renán Vega Cantor, esta fuerza, a cargo en ese entonces por el francés Jean Marcelino Gilibert, tenía el fin de mantener el orden, vigilando "la conducta de las prostitutas con el fin de evitar escándalos y moderar sus disipadas costumbres" p. 3. En esta época, Bogotá era una ciudad muy pequeña, con 85.000 habitantes y pocos barrios, y además ya se notaban las diferencias sociales que existían, ya que, como resultado de la primera bonanza cafetera, un pequeño sector de la población se enriquecía, mientras la otra parte de la población eran pobres y afrontaban pésimas condiciones de vida. Geográficamente, estas diferencias sociales eran claramente notorias, ya que "Los pobres estaban siendo desplazados de las casas del centro hacia los cercanos barrios periféricos, como Las Cruces, Santa Barbara, Egipto, San Victorino" p. 2. Eran consideradas como "clases peligrosas". Además, existían enfermedades que afectaban a los más pobres, debido a la inexistencia de alcantarillado, suministro de agua potable y pésimas condiciones de higiene, generando, según informes locales, tifo y tos ferina. En este contexto, con la Policía Nacional, se incrementó el pie de fuerza y se aumentaron los controles y la presión social hacia los habitantes de la ciudad. Aún hoy en día, la policía sigue, por órdenes del Estado, manteniendo un (des)orden social que impide que el pueblo se rebele de las injusticias estatales, incluso enviando a la cárcel más que todo a personas pertenecientes de sectores sociales más bajos, pero protegiendo siempre los intereses de las élites, impidiendo así la revolución comunista.  
Por estos motivos, el comunismo ha sido un mundo meramente idealista, finito, imaginario, malinterpretado, y sobre todo, inexistente. El comunismo lo han impedido las élites, las ideologías izquierdistas y derechistas, el poder, el dinero, el mercado capitalista, la acumulación de capital, la falsa creencia que una vida vale más que otra, y sobre todo, una relación burgués-proletario basada en el poder y la explotación capitalista que impide su revolución. En conclusión, seguimos viviendo en la época de la prehistoria, ya que no hemos superado la violencia. Por el contrario, la hemos prolongado desde nuestros propios orígenes, ya que, según Carl Langebaek en su obra Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años, durante la época precolombina se presentaban formas de violencia entre las poblaciones nativas, como los cacicazgos y la jerarquización de estos grupos humanos. Sin embargo, según él, no hay punto de comparación entre esta violencia y la presentada por los conquistadores españoles, a la que él llama "violencia indiscriminada".
En conclusión, el capitalismo se ha apoderado de nosotros y nosotros, un capitalismo "feroz" que impide sacar a la luz nuestros valores más intrínsecos, además de establecer relaciones de amor, respeto y solidaridad entre las personas y los diversos territorios de este planeta. Si seguimos viviendo e interpretando la realidad externa de una manera mercantil y atropocentrista, la humanidad está destinada inevitablemente al fracaso. Por esto, vivamos nuestra esencia, dejando a un lado rencores y falsas creencias egoístas. De esta manera, hagámosle frente al capitalismo, creyendo en nosotros y nosotras mismas y respetando, observando y valorando las diversas formas de vida en este planeta.    
Referencias bibliográficas
El manifiesto del partido comunista. Karl Marx y Federico Engels
El oficio del historiador. E. Moradiellos
Apología de la historia. Marc Bloch 
Qué es la historia. E. H. Carr
El Estado (burgués) y el mito de la violencia legitima. Miguel E. Cárdenas Rivera
Colombia izquierda y derecha unidas. Diario El Salmón
Colombia su historia y geografía resumidas. Margarita Peña y Mortimer Marañón
Camilo Torres y Orlando Fals: antiélite, utopía y pluralismo. Miguel E. Cárdenas
Pan, trabajo o muerte: Los Artesanos de la Sociedad Democrática de Bogotá. Diego A. Monroy
El motín artesanal de enero de 1893. Renán Vega Cantor
Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años. Carl Langebaek

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